domingo, 13 de abril de 2014

"Dios es el peor casero del mundo".

Hay que cuidar la ortografía. Una sola H puede marcar la diferencia entre un "Ay Dios" y un "Hay Dios" y estarías pasando de emitir un quejido lastimero a afirmar la existencia de algo tan malo como Dios.

Sinceramente espero que Dios no exista, porque si existe y algún día, cuando yo muera, decide concederme un juicio en un par de esos ajetreados minutos que ocupa observando con sadismo el mundo y cómo se destruye, tendría que darme unas cuantas explicaciones porque Dios es ese niño que disfruta golpeando el cristal de la pecera. Sufrimos como alimañas en este valle de lágrimas que es la vida y encima cuatro señores con alzacuellos y delirios de grandeza nos exigen sumisión, penitencia y trabajo duro. Que suframos ahora para que se nos recompense tras la muerte, en el cielo. Joder, menudo planazo, ¿a quién no iban a convencer con eso? A mí y a cualquiera con un poco de sentido común. Aunque el sentido común no parece abundar en el mundo y menos estos días: Semana Santa. No busquéis sentido común en esa maraña de gente que llora viendo cómo baila un muñeco de madera, o en esos genios que deciden que tiene todo el sentido del mundo andar descalzo por la calle clavándose cada piedra del camino por haber hecho una promesa o para pedir perdón, o esos otros personajes que, en un alarde de inteligencia, cogen un látigo y se fustigan hasta desfallecer. Qué bonito y qué turístico. Pero cuando vemos una tribu africana dilatándose el cuello o escarificándose la piel, no dudamos en llamarles salvajes porque en qué cabeza cabe provocarse dolor a uno mismo en un ritual de magia. Si Dios existe me tendrá que explicar por qué un ser omnibenevolente permite muerte, dolor, asesinatos, violaciones, genocidios, casos de pederastia en la Iglesia... aquí es cuando te rebaten que Dios vive en una eterna lucha con Satán. Pues vaya mierda de Dios, para eso adoro al Dr Manhattan, que mataría al diablo con pestañear. Prefiero no creer en él, y si existe (como argumentan los que se aferran a la indemostrabilidad de su no existencia como si fuera algo lo suficientemente convincente como para entregarle su vida) prefiero pasar la eternidad en el infierno.

Hemos creado un héroe y se ha convertido en un monstruo. Necesitábamos algo con qué infundir miedo en cuatro tribus judías y darles un sencillo manual de 10 normas absurdas que cumplir para tenerlos adoctrinados y se nos fue de las manos con tanto librito a cada cual más macabro hasta que llegamos al Nuevo Testamento, donde Dios parece recapacitar y decide enviar a Jesús con un mensaje de bondad en vez de uno de represión, pero se le fue de las manos a los escritores de esta exitosa ficción, les pudo el sadismo y resulta que Dios en realidad seguía siendo malo y al final mata al prota. Siento el spoiler si os enteráis ahora, pero tranquilos que luego hacen Jesucristo 2: Resurrección Letal.
Hemos sido un enorme rebaño de ovejas que necesita un pastor porque no confiamos en nuestra propia inteligencia y en cuanto vemos algo demasiado bello nos da miedo no entenderlo. Necesitamos que alguien nos diga por dónde ir y que mientras nos crezca lana todo irá bien. Es una relación de simbiosis entre una minoría que sabe lo que hay y decide disfrutar, y una mayoría a la que parece que le gusta sufrir y taparse los ojos ante la realidad. Nos creamos ilusiones para no aceptar que la vida en una mierda y que no hay nada después; y en realidad es el momento en que aceptas que somos la misma materia orgánica en descomposición cuando te das cuenta de las maravillas de la vida, del carpe diem, de que somos el compuesto químico que ha creado naves espaciales, que ha curado numerosísimas enfermedades, que ha conseguido conectar a casi cualquier persona del planeta, que una tenue señal eléctrica dirige nuestro cerebro para construir puentes, murallas zigzagueantes que cruzan continentes enteros... hemos divido putos átomos.

Somos una raza que poco a poco se va quitando la venda de los ojos para observar el precioso amanecer.

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