sábado, 21 de febrero de 2015

Birdman (la atrevida virtud de la ignorancia)

"Pues yo me he aburrido un montón" sentenció aquel señor entrado en carnes que lucía una pícara sonrisa al salir de ver Birdman. Se sentía orgulloso. No sé si de haber lanzado una crítica negativa, que siempre impresiona más que una positiva; o por haber sido capaz de desencajar el culo de la butaca. Pero no adelantemos acontecimientos.

Para empezar debo avisar de que si no has visto la peli, no deberías seguir leyendo o te haré spoiler. Si no sabes qué es un spoiler, ¿cómo coño has encontrado esto? Suelta el ratón lentamente y sin movimientos bruscos, el progreso te tiene más miedo a ti que tú a él.

Si bien esta obra de Iñárritu solo puede ser calificada de colosal sacada de chorra, no quiero hacer una crítica, solo un análisis de uno de los puntos que toca la película, el que a mi rubenesco amigo atañe.

En un determinado punto de la película, vemos al personaje de Michael Keaton discutiendo consigo mismo por la calle mientras su pasado le persigue. Si no eres mi obeso y descontento amigo del cine, habrás sido capaz de adivinar que Birdman AHÍ representa el cine que todo el mundo quiere ver, con más palomitas en la mano que ganas en el cuerpo de juntar dos putas neuronas, no vaya a ser que haya overbooking de sinapsis y el cerebro tenga que desviar impulsos nerviosos de la zona cerebral destinada a asegurar el rendimiento a la hora de cambiar de canal en la tele de Sálvame a la Copa del Rey. Ahora bien, para esta gente empieza lo bueno: Mientras Birdman nos cuenta que cree que Keaton debería volver a ponerse el traje porque "Es lo fácil, lo que el público quiere", mi mórbido amigo está más contento que el día que descubrió que los pantalones bombachos le quedaban de pitillo. ¿Por qué? Porque a la vez que el pájaro habla, hay cosas vuelan, cosas que se mueven rápido, cosas que explotan y cosas que se pelean.

Ahí es donde la gente con un mínimo de criterio oye a Iñárritu diciendo "Esto es lo fácil, lo que vende. Sé cómo se hace, y lo voy a hacer, pero solo cinco minutos, para que sepas que lo sé y para que sepas que no lo hago porque no me sale de mis huevazos mexicanos".
Cinco minutos y ya dice más que '8 apellidos vascos' en noventa.  Dice que "no explosivo" no es sinónimo de "aburrido". Dice que no pasa nada por que en una película no muera nadie. Dice que la gente se aburre con cualquier cosa que exija un poquito de esfuerzo para seguir la trama. Dice que el cine palomitero es mierda. Dice que a la gente le encanta la mierda.
Y todo esto lo dice poniéndole a mi amigo el de la papada un caramelito sabor Michael Bay en la boca, y luego quitándoselo; porque podría darle el caramelo y cobrarle 11 euros, pero no quiere. Quiere poder dormir por la noche sintiéndose una persona íntegra, y más aún si haciéndolo deja claro su punto de vista además de cabrear a unos cuantos gordos.

Y es por todo esto por lo que mi querido amigo, el que nunca pudo jugar al hula hoop, debería sentir vergüenza al haber pensado que, hasta entonces, la peli le había estado pareciendo aburrida. Pero lo malo de demostrarle a la gente tonta que lo es, es que como son tontos, no se dan cuenta de que lo son. Ahora un "la inesperada virtud de la ignorancia" sustituye al clásico "qué atrevida es la ignorancia" porque estoy seguro de que en cada sala de cine hubo no precisamente pocos gordos afirmando con una sonrisa que "se han aburrido un montón" cuando ni siquiera se dan cuenta de que la película que han visto trata sobre ellos.